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2da LIBRETA

Mi diálogo "Eva Braun y Hitler, El FIN"

Eva Braun Hitler se da la vuelta y ve a su esposo de pie con la mirada del que busca algo en lo que pensar, siempre seria ahora apuntando hacia la nada. Va hacia él, y le pone la mano en su brazo para después acariciarlo.
                                                                                                          
HITLER.- ¿Qué pasa? Estamos casados, ¿no es acaso lo que querías?
E. BRAUN.- A ti qué te pasa, ¿Por qué estás tan taciturno?
HITLER.- ¿No te das cuenta? Este es el fin, mi fin. Y no solo el mío, sino también el de nuestra raza. Los aliados ya han llegado a Berlín, ahora si que estamos perdiendo la guerra. Y si la perdemos le habré fallado a toda mi raza, no podré continuar con vida. Esta es mi guerra y la estoy perdiendo. Será el fin de la raza Aria.
E. BRAUN.- ¿Y por qué no huimos de Berlín?
HITLER.- (Omitiendo la última pregunta de Eva) He fallado, me ha sido imposible. ¡Malditos judíos!
E. BARUN.- Sólo hemos perdido esta batalla, podremos seguir luchando.
HITLER.- Esta vez no. Después de Stalingrado todo nos ha ido de mal en peor.
E. BRAUN.- Vamos a almorzar olvídate un poco de este mal.
HITLER.- (Gritando) ¡No puedo olvidarme! ¡No eres capaz de comprender una simple cosa!
E. BRAUN.- A ti sí te comprendo.
 

Eva se dirigió a la mesa donde ya se encontraban las dos secretarias de Hitler colocando los platos en los que comerían. Debajo de la mesa estaba la perra Blondie, jadeando como de costumbre. Al rato Adolf Hitler también se sentó a la mesa y fue servido inmediatamente con un plato de ravioles vegetales.
 

E. BRAUN.- (Sintiéndose incomodada por el silencio) ¿Qué tienes pensado que hagamos Adolf? Tienes que saber que yo estaré incondicionalmente contigo decidas lo que decidas.
HITLER.- (Resopló para después continuar en su estado de cavilación)
                                                       

 

Termina el almuerzo.

HITLER.- (A su secretaria) Quiero que maten a Blondie, ¿adónde está lo que les pedí?
SECRETARIA.- En el bolsillo del sofá señor.
HITLER.- (exhortando) Otto Günsche venga, quiero que mi cuerpo y el de Eva sean incinerados después de que nos suicidemos. ¿Usted podrá cumplir con este cometido? Asegúrese de que los cuerpos queden totalmente descompuestos.
O. GÜNSCHE.- Podré hacerlo, pero, ¿está seguro señor?
HITLER.- SÍ. No quiero que nos pase lo que le pasó a Mussolini. No quiero que esos despreciables encuentren mi cuerpo y se regodeen de ello. Dedíquese a cumplir mi petición, será mi última orden. Ha sido un ayudante ideal lo felicito.
O. GÜNSCHE.- Es un honor señor.
HITLER.- Puede retirarse. Eva, vamos a mi despacho.

Entraron en el despacho privado de Hitler y éste metió su mano en el bolsillo que tenía su sofá en el lado derecho. Sacó una bolsita con cianuro.

HITLER.- Eva, éste será nuestro fin, moriremos juntos, sabes que te agradezco tu lealtad. Y ahora espero que mueras a mi lado como primera dama.
E. BRAUN.- Lo haré si así permanecemos juntos por siempre.
HITLER.- (Dándole un poco de cianuro) Toma. Con esto culminaremos nuestras vidas.

Hitler cogió una pistola del saco de su uniforme militar y sin dudarlo se disparó un tiro en la boca. Eva, al verlo quiso hacer lo mismo, pero no le hizo falta ya que el cianuro había empezado a hacerle efecto y rápidamente empezó a sentir una fortísima combustión dentro de sí.
Al oír el disparo Otto Günsche entró en la habitación y no necesito salir de su reacción para pedirle ayuda a otro oficial que también había permanecido fue fiel a Hitler hasta los últimos momentos.

O. GÜNSCHE.- Ayúdame, tenemos que llevar los cuerpos arriba para quemarlos y no dejar que sean encontrados rastros de ellos.
OFICIAL.- ¿Estás loco? Arriba no dejan de disparar proyectiles creo que sospechan que estamos aquí en el búnker.
O. GÜNSCHE.- Tenemos que hacerlo. ¡Rápido!

Agarraron los cuerpos y los llevaron a rastras hasta la salida del búnker, una vez que estuvieron fuera, se acercaron al orificio que había dejado una bomba al explotar. Depositaron ahí los cadáveres con rapidez, Otto los roció con gasolina y estos empezaron a arde.
El oficial y el ayudante contemplaban las ascuas consternados mientras hacían el típico saludo Nazi
. Pero al sentirse en peligro volvieron al búnker sin atestiguarse de que los cuerpos se descompusieran completamente.
 

FIN
 

Neil Mac 4to A

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